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viernes, 17 de agosto de 2012

Brincadeira Rock in Cambre (I)

Ante todo mucho polvo

 Pasan de las ocho y pico de la tarde cuando nos bajamos tropezando del tren. 

Aterrizamos en un apeadero que podría ser el favorito de la chica de la curva.+
 Ilusos, creíamos que nos perderíamos a Boikot, pero ahí estaban, amenizando la recogida de acreditaciones. Se caldea el ambiente. 

Recinto visto desde la caseta de acreditaciones.

 La entrada al recinto es una fiesta de por sí. Una muchacha discute con los guardias que le quieren cerrar su tinglado de comida vegana. Un tipo a pecho descubierto asa chorizos en una plancha. Los punkis son aquí lo que los chinos en Malasaña: decenas de neveras azules y latas a entre uno y dos euros amenizan las horas previas a un sarao en el que, obviamente, no dejan entrar bebida de fuera pudiéndola cobrar a precio de ticket (Brinco) de platino. Pulseritas, bolsos, galletas y viajes astrales antes de los tirones de pulsera y cacheos del primer día grande. 

Llegamos a tiempo para ver, en el escenario pequeño, al aún poderoso Miguel Costas. El que fue segundo y celebrado cantante de Siniestro Total (tras el mítico Germán Coppini) desgrana con la voz de rockero desvergonzado los grandes temas de hoy y de siempre y hace bailar y brincar a incondicionales y a advenedizos. La carpa vibra y empieza a subir, pese a la esterilla, una nube de polvo negro que se come hasta el humo de los porros. Empieza la fiesta. Con Pueblos del Mundo Extinguíos y Vamos Muy Bien la carpa ruge de alegría. Es lo de siempre, pero funciona. La gente quiere recordar, quiere cantar lo que se sabe, y este señor lleva treinta años en esto. Algo pilotará del tema. Tarareando aún Yo dije yeah, nos vamos a investigar qué pasa con La Pegatina

La Pegatina. 

Es uno de esas bandas que se parece tanto a otros grupos de revival-rumba. Hay quien dice que son un grupo para perroflautas analfabetos o para gente que se pasó la carrera jugando al diábolo en el campus. Para otros, son la nueva generación de un estilo que se renueva gritando el género a cada canción: ¡Cumbia, cumbiaa! mucho buen rollito, tema con la cantante de D’Callaos, trompetas aquí y allá. Maricarmeeen, Maricaarmeeen, tu hijo está de after-agüers. Un par de alegatos a terra galega do carallo y el mogollón se viene arriba. Hay mucha gente. Casi todos llevan pelucas, cazamariposas o gafas que tumbarían de un infarto al cantante de Love of Lesbian.

 Los pegatinos brincan, saltan, hacen que la gente vaya de un lado a otro en alegría multicolor y se despiden muy sentidos y chapurreando gallego. Me palpo la cara, por si acaso. Menos mal, no he vuelto a tener quince años. 

 Nos enteraremos después de que nos hemos perdido a Barb Wire Dolls y a Lulú y los Caníbales por culpa del retraso del grupo (no, por favor, no me malinterpreten) que provocó una espera de casi una hora hasta que los músicos de Calle 13 estuvieron listos para estallar shorts y corpiños. Merece la pena. 

Los puertorriqueños, deslenguados como suelen, revientan el escenario con sus bases, sus vientos y con el flow carnal de René Pérez Residente, que sabe cómo poner un escenario en pie. A su vera, su hermana (con vestido chino), a las bases, Visitante, y arropándoles, una tropa de músicos que dieron vida a lo que son ya auténticos himnos al hedonismo o a la libertad.

Animando a Calle 13. 

  Comienzan tiernos con No hay nadie como tú y desde ahí van variando estilo, de sensuales a cachondos, de contestatarios a emotivos con un La Bala que les suena entre lágrimas. 

 El único problema del concierto, y de todos los que sonarán, es la nube de polvo que se levanta con los movimientos del público. Pronto estamos cubiertos hasta las cejas de una ceniza marrón persistente que nos hace llorar tierra y que obliga a los de las pelucas a ponérselas de mascarilla. Ha sido una maravilla, pero ha tenido su precio: empiezan Las Grecas y no respiramos más que mierda. Nos volvemos al camping tosiendo a ritmo de La Zarzamora y añorando un par de ediciones de Viñarock en que curtirnos. Un heavy talludo y borracho nos pregunta si llega a Medina Azahara. Sí, hombre, sí, por ahí. 

 Buenas noches, Cambre.

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