feed
INICIO BLIPTV PROGRAMAS CONTACTO

viernes, 17 de agosto de 2012

Brincadeira Rock in Cambre (y II)

Hay un eco de beats en el ambiente. A kilómetro y medio cuesta arriba del camping están las duchas. Las duchas y ellos. Justo frente al pabellón deportivo que permite una remojada a la fauna campista, los raveros se sobreponen al calor con agua y brincos. Uno de ellos porta su propia sombrilla. Poco después se trasladarán, como una Santa Compaña de la fiesta, buscando fieles insomnes a su paso. 

 Los que esta noche nos hemos echado a dormir con mayores o menores visos de éxito exploramos el pueblo, nos aprovisionamos de víveres indispensables (patatas, cerveza, hielo) que nos permitan llegar con holgura a la cita de la tarde, que empieza a las valientes 15:10. Se prevee jornada dura. 

 Cañita Brava, barrigón, medio calvo, sudoroso, sigue meneando cucharas como antaño. Se debe a un público que le jalea, le provoca y con el que parece encantado de la vida. Con Los Demás, la banda que le arropa, habla a través del micro y permite que todo el público se entere de los entresijos musicales (vosotros tocáis así y yo asá). Pero no importa. Nada de eso importa. Tiene temas nuevos como La chica del puticlú.Tiene sus temas de siempre y su voz nasal nos trae Chica enamorada del twist o El caldo de María (que repetirá a petición de noso querido público en gallego) y muchas otras. 

 “Tío, ¿tú crees que él se cree que la gente va a verle por su arte en serio?”. Ahí queda eso. Denle vueltas. 

 Aún queda cuerda para rato y no se ha agotado la cerveza de nevera azul. Ni lo va a hacer en toda la noche. En las proximidades, la gente se emborracha en las tiendas. Tiramos de refranero: Cuando las barbas de tu vecino.... 

 Llegamos a Lendakaris sin dar demasiados tumbos. Están correctos. Con los problemas de sonido que da un escenario grande cuando se estrena. Tímidos ante la luz del sol de las aún flamantes nueve de la noche. Sin sorpresas: Oso Panda, Veteranos de la Kale Borroka, El último txakurra, Eta, deja alguna discoteca.. les toca preparar el ambiente al primer gran grupo de la noche: Mad Sin. Los alemanes vienen fuertes. Nos atrincheramos en la primera fila del escenario principal. Vemos cómo acarrean un contrabajo con la trasera pintada . Y allí que aparecen agitando sus tupés de colores. Parecen salidos de una película muy loca sobre la II Guerra Mundial. Tocan como bestias. El cantante se retira jadeando tras dos canciones y reaparece, todo carne, todo fuerza, como si se hubiera zampado dos veces al resto de la banda. Todo vibra. Ya no hay polvo. Sólo música. Rugidos. Poder. El contrabajo da vueltas. Gloria. 






Queda mucha noche por delante. 

 Tito &Tarántula lo tienen todo para ser los triunfadores. Son veteranos. Vienen avalados por una de las bandas sonoras más escuchadas y bailadas entre contoneos de la Tierra, les han puesto en la hora bruja (las dos y veinte de la mañana, tarde pero no muy tarde) para encontrarse un público calentito y no demasiado pasado. Pero a lo largo del concierto, todo se descuelga. El cantante está correcto. La sensualidad inherente de las chicas que le acompañan se va deshaciendo lo largo de las canciones. Las cucarachas han fumado demasiada marihuana y más que enojadas están simplemente amuermadas. Tito & Batamanta. Hasta La flor del mal, tocada en directo, parece simplemente adormidera.

Demented are go consiguen animar desde el escenario pequeño. Lo suyo es un rockabilly más clásico, más árido para oídos poco acostumbrados, pero cañero sin concesiones. Son los encargados de terminar de despertar la mente para lo que viene después. 

 Queda un concierto grande antes del cierre del ya casi mítico Chimo Bayo. Y les toca a unos más que sobresalientes O’Funkillo que más que aprobar con nota se llevan la palma. Por divertidos, por virtuosos, por buen rollo, por esa voz aguardentosa que invita a seguir la fiesta y esas bases saltarinas que hacen que las manos se muevan solas. Tengo los riñones al Jerez. La fiesta se va desmadrando y lo hace con ellos. Sonreímos porque es imposible no hacerlo. Dan ganas de irse con ellos a kely, al campito, a donde sea. Y el broche de oro es una versión del Killing in the name de Rage Against the Machine con el estribillo que todos hemos coreado con la versión oficial. El que nos sabemos todos. Se habrán caído un par de estrellas de tanto brinco. No hay fotos por el mismo motivo. 

Huimos de Chimo Bayo, pero nos lo encontramos en la tienda. Nos acuna su post-EBM patrio, su chunda-chunda convertido en himno generacional que regala sus últimos estertores a la noche que ya acaba. 

Nos vamos con el sol bien alto y clamando por una ducha. Es domingo y tocan Manolo Kabezabolo y Sôber, pero no estaremos para verlo. Los que llevan dos días sin dormir, seguramente tampoco. O sí. Quién sabe. Puede que volvamos, solamente para comprobarlo. Hasta pronto, Cambre.

Brincadeira Rock in Cambre (I)

Ante todo mucho polvo

 Pasan de las ocho y pico de la tarde cuando nos bajamos tropezando del tren. 

Aterrizamos en un apeadero que podría ser el favorito de la chica de la curva.+
 Ilusos, creíamos que nos perderíamos a Boikot, pero ahí estaban, amenizando la recogida de acreditaciones. Se caldea el ambiente. 

Recinto visto desde la caseta de acreditaciones.

 La entrada al recinto es una fiesta de por sí. Una muchacha discute con los guardias que le quieren cerrar su tinglado de comida vegana. Un tipo a pecho descubierto asa chorizos en una plancha. Los punkis son aquí lo que los chinos en Malasaña: decenas de neveras azules y latas a entre uno y dos euros amenizan las horas previas a un sarao en el que, obviamente, no dejan entrar bebida de fuera pudiéndola cobrar a precio de ticket (Brinco) de platino. Pulseritas, bolsos, galletas y viajes astrales antes de los tirones de pulsera y cacheos del primer día grande. 

Llegamos a tiempo para ver, en el escenario pequeño, al aún poderoso Miguel Costas. El que fue segundo y celebrado cantante de Siniestro Total (tras el mítico Germán Coppini) desgrana con la voz de rockero desvergonzado los grandes temas de hoy y de siempre y hace bailar y brincar a incondicionales y a advenedizos. La carpa vibra y empieza a subir, pese a la esterilla, una nube de polvo negro que se come hasta el humo de los porros. Empieza la fiesta. Con Pueblos del Mundo Extinguíos y Vamos Muy Bien la carpa ruge de alegría. Es lo de siempre, pero funciona. La gente quiere recordar, quiere cantar lo que se sabe, y este señor lleva treinta años en esto. Algo pilotará del tema. Tarareando aún Yo dije yeah, nos vamos a investigar qué pasa con La Pegatina

La Pegatina. 

Es uno de esas bandas que se parece tanto a otros grupos de revival-rumba. Hay quien dice que son un grupo para perroflautas analfabetos o para gente que se pasó la carrera jugando al diábolo en el campus. Para otros, son la nueva generación de un estilo que se renueva gritando el género a cada canción: ¡Cumbia, cumbiaa! mucho buen rollito, tema con la cantante de D’Callaos, trompetas aquí y allá. Maricarmeeen, Maricaarmeeen, tu hijo está de after-agüers. Un par de alegatos a terra galega do carallo y el mogollón se viene arriba. Hay mucha gente. Casi todos llevan pelucas, cazamariposas o gafas que tumbarían de un infarto al cantante de Love of Lesbian.

 Los pegatinos brincan, saltan, hacen que la gente vaya de un lado a otro en alegría multicolor y se despiden muy sentidos y chapurreando gallego. Me palpo la cara, por si acaso. Menos mal, no he vuelto a tener quince años. 

 Nos enteraremos después de que nos hemos perdido a Barb Wire Dolls y a Lulú y los Caníbales por culpa del retraso del grupo (no, por favor, no me malinterpreten) que provocó una espera de casi una hora hasta que los músicos de Calle 13 estuvieron listos para estallar shorts y corpiños. Merece la pena. 

Los puertorriqueños, deslenguados como suelen, revientan el escenario con sus bases, sus vientos y con el flow carnal de René Pérez Residente, que sabe cómo poner un escenario en pie. A su vera, su hermana (con vestido chino), a las bases, Visitante, y arropándoles, una tropa de músicos que dieron vida a lo que son ya auténticos himnos al hedonismo o a la libertad.

Animando a Calle 13. 

  Comienzan tiernos con No hay nadie como tú y desde ahí van variando estilo, de sensuales a cachondos, de contestatarios a emotivos con un La Bala que les suena entre lágrimas. 

 El único problema del concierto, y de todos los que sonarán, es la nube de polvo que se levanta con los movimientos del público. Pronto estamos cubiertos hasta las cejas de una ceniza marrón persistente que nos hace llorar tierra y que obliga a los de las pelucas a ponérselas de mascarilla. Ha sido una maravilla, pero ha tenido su precio: empiezan Las Grecas y no respiramos más que mierda. Nos volvemos al camping tosiendo a ritmo de La Zarzamora y añorando un par de ediciones de Viñarock en que curtirnos. Un heavy talludo y borracho nos pregunta si llega a Medina Azahara. Sí, hombre, sí, por ahí. 

 Buenas noches, Cambre.